Mallowblond
jueves, 6 de agosto de 2015
Dame un minuto.
domingo, 25 de enero de 2015
Vuelve.
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Cuando estás triste.
No es fácil hablar de cuando estás triste. Todos podemos hablar de cuando estamos contentos, felices, alegres, enamorados.
Pero. Describe tristeza, dime cómo es la desesperación, explícame cómo te rompes al respirar y dónde perdiste las piezas que le faltan a tu corazón. Cuéntame como es eso de perder todas las batallas y no saber si es que peleas mal o si que tu ejército tiene demasiadas bajas.
Es fácil explicar que has estado triste, pero no decir que lo estás.
Es fácil contar que estás contento, tienes ganas de reír y sonríes todo el rato, las mariposas en el estómago y esas cosas que todos sabemos.
Sin embargo, cuando estás triste se te hace imposible decirle a alguien que lo estás. Es tu secreto, bajo llave. Y la pregunta de siempre, ¿por qué? Porqué estás triste o porqué no estás contento, que aunque lo parezca, no siempre es lo mismo.
Es más sencillo contar como te coge de la mano y te hace volar o como te llena de besos y hace que dejar de respirar sea vivir más intensamente.
Pero cuando estás triste, ¿cómo explicas que se te quiebra la piel y que por las brechas se escapan los sueños?
Es más fácil estar feliz, aunque no sea fácil saber estarlo.
miércoles, 5 de noviembre de 2014
Cuenta atrás.
Eres mi canción en repetición,
Mis dieciocho deseos aún por cumplir,
Mis diecisiete sueños pendientes,
Mi cigarro número dieciséis,
Mis quince suspiros,
La cama que suma catorce,
Mi martes 13.
Eres mis doce campanadas,
Las once puñaladas por la espalda,
El décimo polvo.
Eres mi noveno sin ascensor,
La octava maravilla,
Mis siete pecados capitales.
Eres mi sexto sentido,
Los cinco minutitos más.
Eres mi cuarta victoria,
Mi tercer amor,
Mi dos de enero.
Eres mi número uno.
domingo, 12 de octubre de 2014
Cosas de gatos.
Que hace tiempo que no escribo, dicen.
Hace tiempo que no te toco, siento.
Hace tiempo que no te beso, muerdo.
Hace tiempo que no abrazo, al miedo.
Más hace que no lloro, intenso.
Hace tiempo que no bailo, sola.
Hace tiempo que no te echo de menos.
Ahora.
Cosas de gatos.
Y horas al teléfono.
Madrid.
Ahora.
Canciones de "Tu y yo contra el mundo". Y en castellano.
Poesía en bares baratos.
Tenerle a dos segundos de distancia y 700 km de realidad.
Ahora.
Libros.
Shakespeare.
Y "In Love".
Ahora.
Sueñame bonito.
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Destrozanos.
Ciérrame los ojos.
Quémame la yema de los dedos.
Átame, puede que intente escapar.
Susurrame al oído cosas guarras, que la poesía hace tiempo que me rompió el corazón.
Tírame del pelo.
Muerdeme la boca.
Muerdeme todas las palabras que nunca pude decir.
Recórreme el cuello a besos, a ver si pierdo la conciencia.
Lame todas las cicatrices, a ver si curan.
Pégame, hasta que no pueda más.
Luego abrázame fuerte.
Ven, vete, vuelve.
Vete, no te vayas.
Fóllame, pero ni el corazón ni la mente.
A esos destrozalos.
Águantame.
No me soportes.
Cógeme del cuello cuando no te quiera besar.
Hazme fuerte.
Llévame al límite.
Destrozame más de lo que me he destrozado yo.
Mátame y luego llora.
Destrozanos.
martes, 19 de agosto de 2014
Convertirse en primavera.
Tenía por ojos dos inviernos tormentosos.
Su sonrisa era el verano más caluroso de tu vida, pero su boca era como un agujero negro de perversión.
Podías unir sus lunares y en su piel seguro encontrabas constelaciones más bonitas que las del cielo.
No podrías bañarte en ningún mar más frío que su ausencia.
Y ningún amanecer era más bonito que verla despertar.
Coger su mano era acariciar la libertad.
Besarla era sentirte tocar las estrellas la noche más oscura de tu vida.
No podía decirte que todo iba a ir bien, pero podía abrazar tus temores hasta que casi dejaran de existir.
Podías morir de amor al escucharla reír.
Tenía una forma especial de hacerte cosquillas en el corazón.
Con ella no se sentían mariposas en el estómago; se sentían huracanes por cada parte del cuerpo.
La mejor música eran sus gemidos al hacerte el amor y al hacerlo era como tu canción preferida de los Rolling.
Sabía ronronear como una gata, mirarte como una puta y sonreírte como una niña.
Dejaba caer el vestido que llevaba esa noche y descubrías que la octava maravilla era su piel.
Su cuerpo era el mapa del tesoro más sucio que puedas encontrar.
Tocarla era casi convertirse en primavera.
Su dulzura se perdía en alguna de sus palabras y se convertía en un animal.
Ella era como la vida misma. Pero más puta y mucho más guapa.
Tan perdida. Tan asustada.
Tardó en marcharse lo que se tarda en decir 'no te vayas'.